Milán ardía. Y no solo por el calor de una primavera adelantada, sino porque el Giuseppe Meazza se convirtió en el escenario de una batalla futbolística que quedará en la memoria de los hinchas neroazzurri por generaciones. El Inter de Milán, con una actuación monumental de su capitán Lautaro Martínez, dejó atrás al poderoso Barcelona en una semifinal que tuvo de todo: goles, drama, talento y un final de película.
La ida, en Cataluña, había terminado 3-3. Y como si la Champions estuviera guionada por un novelista adicto al suspenso, el partido de vuelta en Italia repitió el resultado, llevando la definición al alargue. Allí, cuando las piernas flaqueaban y las emociones eran un nudo en la garganta, apareció Davide Frattesi para empujar la pelota al fondo de la red y sellar el 4-3 definitivo, que desató la locura en las tribunas.
Pero la noche tuvo un dueño claro. Lautaro, líder, goleador y símbolo, marcó un gol clave y provocó un penal que alimentó la esperanza cuando el equipo más lo necesitaba. Enfrente, el Barcelona de Lamine Yamal y Raphinha ofreció resistencia, desequilibrio y orgullo, pero no alcanzó.
El Inter vuelve a una final de Champions, donde lo espera el vencedor del choque entre PSG y Arsenal, que se medirán este miércoles. Una página más en la rica historia europea del conjunto italiano, escrita con carácter, coraje.

