El Salón Blanco de la Casa de Gobierno fue, por una mañana, mucho más que un recinto ceremonial. Fue escenario de un momento largamente esperado por miles de docentes tucumanos. Bajo los vitrales y el eco de los aplausos, el gobernador Osvaldo Jaldo estampó su firma sobre cuatro proyectos de ley que apuntan, ni más ni menos, que a devolver estabilidad y derechos al corazón mismo del sistema educativo.

Uno a uno, los documentos pasaron del atril al compromiso. Los tres primeros, dirigidos a la titularización de cargos: docentes de 1° grado del escalafón de modalidades binivel, multinivel y acompañamiento a las trayectorias escolares; otros tantos de niveles y modalidades diversas; y directores de jornada completa, un sector históricamente relegado. Todos ellos, tras un examen de capacidades ante un jurado, podrán por fin ponerle apellido propio a su cargo. “Van a irse a dormir sabiendo que son docentes, y despertarse con la certeza de que su cargo les pertenece”, dijo Jaldo, sin medias tintas.

El cuarto proyecto, quizás más silencioso pero no menos profundo, habla de un derecho postergado: el de desconectarse. El de ponerle un límite a la jornada laboral que, para muchos educadores, continúa en casa, en los grupos de WhatsApp, en los correos a deshora, en las planificaciones eternas. La “desconexión digital” —nombre que suena moderno pero que apunta a algo muy antiguo: el descanso— promete ponerle un marco a una de las demandas más repetidas del gremio tras la pandemia.

“Es un hecho histórico”, celebró Susana Montaldo, ministra de Educación, visiblemente emocionada. “Directores de jornada completa, docentes multinivel, maestros de base: por primera vez, todos entran en este proceso de titularización. Y con la ley de desconexión digital, les devolvemos algo más que tiempo: les devolvemos vida personal”.

El acto fue también una muestra de articulación política y sindical. Con la presencia de referentes gremiales como Hugo Brito (ATEP), Isabel Ruiz (Apemys) y Daniel Vizcarra (UDT), el anuncio fue recibido como una victoria colectiva, fruto de años de reclamos, mesas paritarias y negociaciones no siempre fáciles. “Estamos en el camino correcto”, afirmó Brito. “Esta ley cuida la salud mental de los docentes y nos reconoce como personas, no como máquinas”.

Los gremios destacaron, además, el valor de la palabra empeñada. “Estos proyectos cumplen lo acordado en paritarias”, recordó Jaldo. En un contexto nacional signado por la incertidumbre y el ajuste, donde los trabajadores de la educación suelen quedar a la deriva, la provincia elige caminar en la dirección contraria: la de la estabilidad, el reconocimiento, la escucha.

“Son leyes que ordenan el sistema”, apuntó Juan Carlos Aguirre (UDT). “Venimos de 14 años de postergaciones, y hoy volvemos a poner en marcha una educación con reglas claras y derechos respetados”.

Mientras el acto llegaba a su fin, entre abrazos y fotos, la sensación era clara: por unas horas, la docencia tucumana dejó de hablar de crisis y volvió a hablar de futuro. Un futuro que, con leyes como estas, empieza a escribirse con trazos más firmes.