En la mañana del 9 de julio, mientras en muchos rincones del país se celebraba la independencia, una comunidad en Tafí Viejo despertaba con el alma rota. El corazón espiritual del barrio Meloni fue violentado: desconocidos forzaron una de las aberturas de la Capilla Espíritu Santo y se llevaron un crucifijo histórico de bronce, pieza central de la vida religiosa del lugar.
La imagen, de unos 50 centímetros de altura, había presidido durante años bautismos, misas, encuentros de catequesis y vigilias comunitarias. Su desaparición no solo representa un delito: es, para muchos, una herida abierta en el tejido simbólico y espiritual del barrio.
“Nos quitaron algo más que una cruz. Nos quitaron parte de nuestra historia y nuestra fe”, comentó conmovida una vecina que colabora en la capilla desde hace dos décadas.
El robo fue descubierto por la encargada del templo, que encontró los ventanales rotos minutos antes de las 10 de la mañana. A pesar de ser un día feriado, el hecho ocurrió a plena luz del día. La Policía tomó intervención de inmediato, y las actuaciones están en curso. Por ahora, no hay detenidos.
El padre Carlos Gustavo Pedro, párroco de la Inmaculada Concepción —de quien depende la capilla—, expresó su dolor en un mensaje dirigido a la comunidad:
“Rogamos a toda persona que pueda aportar algún dato sobre el paradero del crucifijo. Esta no es solo una pérdida material. Es una agresión al alma de un pueblo creyente”.
Y agregó:
“Pedimos por la conversión de quienes hicieron esto. Aún están a tiempo de reparar el daño”.
Los vecinos del barrio Meloni denunciaron también una seguidilla de robos menores en la zona y exigen mayor presencia policial, sobre todo en torno a espacios religiosos que, en su mayoría, se sostienen con esfuerzo comunitario.
Mientras la investigación avanza, el pueblo espera un milagro simple pero reparador: que alguien devuelva la cruz. Sería, como dijo el párroco, “un acto de humanidad en tiempos que la necesitan”.

