Las palabras que alguna vez se dijeron mil veces, hoy vuelven a sonar nuevas. “Bienvenido, bienvenido”, repitió Estela de Carlotto frente a la prensa, con la voz emocionada y firme. El nieto 140 recuperó su identidad, y la historia de otra familia se recompone en medio del dolor que dejó la dictadura, pero también bajo el faro inquebrantable de la memoria.

Este nuevo capítulo se escribe con nombres: Graciela Alicia Romero y Raúl Eugenio Metz. Fueron secuestrados durante la última dictadura cívico-militar. Ella estaba embarazada. Según los testimonios de sus compañeros de cautiverio, su hijo nació el 17 de abril de 1977 en el centro clandestino La Escuelita, en Bahía Blanca. Hasta ahora, su destino era una incógnita.

Hasta ahora.

Hoy, gracias a una búsqueda colectiva que no se detuvo ni un solo día en 47 años, ese hijo tiene nombre, historia y una hermana que lo esperó siempre. Adriana Metz, que buscó junto a sus abuelos, que tejió una red de afectos y compromiso, fue la primera en decirle lo más importante: “Acá estoy yo”.

“Él dice que fue criado como hijo único y que no tiene familia. Entonces, cuando dice eso, yo le digo: ‘Eh, acá estoy yo’. Y él me responde: ‘Sí, ya sé, boluda’”, contó Adriana con ternura. Su relato, entre lágrimas y sonrisas, conmovió en la conferencia de prensa.

También compartió un gesto mínimo, pero revelador: “Mi hijo Luca me dijo que hablo distinto cuando él está presente. Y claro, porque cuando hablo de mi mamá sin mi hermano, digo ‘mi mamá’. Pero estando él, digo ‘mamá y papá’. Es algo que salió solo, porque siempre pensé que tenía un hermano”.

Una lucha que no se detiene

La presidenta de Abuelas recordó que este nieto es uno más de los casi 500 que aún faltan encontrar, y destacó el rol del Estado, de las políticas de derechos humanos, de las instituciones que trabajan para hacer realidad el “Nunca Más”.

“Cada nieto o nieta que recupera su identidad nos ilumina un poco más como sociedad”, dijo Adriana, con una madurez construida al calor de una causa histórica.

El hallazgo del nieto 140 se suma al de la nieta 139 —confirmado en enero— y al del nieto 138, apenas un mes antes. Las cifras se acumulan, pero detrás de cada número hay una historia, una espera, un reencuentro.

Una verdad que siempre aparece

La organización Abuelas de Plaza de Mayo nació en 1977, en plena dictadura, impulsada por mujeres que no estaban dispuestas a olvidar. Que exigían saber qué había pasado con sus hijos y con los nietos nacidos en cautiverio. La cifra oficial de desaparecidos ronda los 30.000, y se estima que unos 500 niños y niñas fueron apropiados.

Con la restitución del nieto 140, la lucha continúa. La verdad sigue apareciendo. Y en ese camino, cada historia recuperada es una victoria colectiva. Una cicatriz que encuentra consuelo. Un país que se vuelve un poco más justo.