Por primera vez en mucho tiempo, el Salón Blanco de la Casa de Gobierno dejó de ser escenario de discursos solitarios para convertirse en una mesa larga —y no sólo en sentido literal— donde el gobernador Osvaldo Jaldo y la intendenta de San Miguel de Tucumán, Rossana Chahla, reunieron a sus equipos para debatir juntos.
La reunión, calificada por ambos como “estratégica”, reunió a ministros, secretarios provinciales y funcionarios clave del municipio capitalino. No hubo espacio para improvisaciones. Cada silla ocupada en la mesa representaba una cartera, una urgencia, una disputa en pausa. El objetivo: establecer una agenda de trabajo conjunta y, en palabras de los protagonistas, “abordar las problemáticas que afectan tanto a la provincia como a la capital”.
Si bien los discursos se cuidaron de caer en triunfalismos, el gesto político fue claro: mostrar unidad, coordinación y voluntad de diálogo, en un contexto donde las tensiones entre los distintos niveles de gobierno suelen escalar rápido y sin aviso.
Más allá de los formalismos, lo que se discutió a puertas cerradas —infraestructura, seguridad, servicios públicos— deja entrever que el encuentro busca más que una foto. La ciudad capital no puede —ni quiere— vivir de espaldas a la provincia, y viceversa. Esa parece ser la consigna que empujó a ambos gabinetes a sentarse frente a frente.
Por ahora, la apuesta es al trabajo conjunto, a la sincronía institucional. El tiempo —y las decisiones que vendrán— dirán si esta imagen se repite o fue apenas un gesto aislado de diplomacia política.

