Avenida Juan B. Justo y Delfín Gallo. El ruido de las máquinas reemplaza por un momento al de los autos. Allí donde hasta hace pocos días había baches y agua acumulada, hoy se ven cuadrillas municipales removiendo el asfalto viejo. No es una escena aislada, sino una postal que se repite a lo largo y ancho de San Miguel de Tucumán.
La capital tucumana está atravesada por una red de obras viales que buscan más que tapar pozos: intentan recomponer una ciudad partida en su transitabilidad, especialmente en los barrios periféricos. El plan, impulsado por la intendenta Rossana Chahla, apuesta a una transformación urbana “desde la periferia hacia el centro”, y para ello, dividió la ciudad en 20 sectores donde se trabaja en simultáneo.
“Falta un montón por hacer, pero se está trabajando de manera ordenada y planificada”, reconoce Camila Giuliano, secretaria de Gobierno, mientras supervisa los avances junto al secretario de Obras Públicas, Luis Lobo Chaklián. En total, se intervienen 100 cuadras en esta etapa, con la mira puesta en llegar a 2.000 cuadras reparadas en tres meses.
Las cifras no son menores: de las 7.000 cuadras pavimentadas que tiene la ciudad, 5.000 presentan problemas de deterioro, según informó Lobo Chaklián. Por eso, el desafío no es solo operativo, sino estratégico. Las obras contemplan pavimentación, repavimentación y bacheo, con especial atención a zonas donde circulan colectivos y a barrios históricamente postergados, como Villa 9 de Julio, San Cayetano, Don Bosco, Villa Alem y Ciudadela.
En paralelo, se avanza en interconexiones barriales y en el reacondicionamiento de avenidas clave como Francisco de Aguirre, Siria y Belgrano, donde se prevé trabajar en los próximos 30 días. También están en carpeta Roca, Kirchner, Mitre, Adolfo de la Vega y avenida de las Américas, para fortalecer los accesos y la conectividad de punta a punta.
“Un bache no es solo un pozo: puede obligar a maniobras peligrosas y poner vidas en riesgo. Por eso esta intervención no es estética: es seguridad vial, es salud pública”, subraya Giuliano. En ese sentido, la gestión hace énfasis en la preservación del espacio público. Un ejemplo claro es la zona de Juan B. Justo, donde se solucionó una pérdida de agua, pero también se notificó a los lavaderos de autos para evitar el constante vertido que daña el pavimento. “No vamos contra el trabajo, vamos a favor del cuidado colectivo”, aclara Lobo Chaklián.
Actualmente, hay 53 frentes de obra activos cada día, una cifra que habla del ritmo y la escala de la intervención. “En todos los barrios van a encontrar a alguien trabajando. Esta es la ciudad que queremos construir, y la estamos construyendo juntos”, concluye el funcionario.
El asfalto nuevo no solo cubre grietas en la calle: sella también viejas deudas del Estado con los barrios. Cuadra a cuadra, se teje una ciudad que busca volver a ser transitable para todos.

