Esta semana, el tiempo pareció retroceder dentro de la Iglesia San Francisco. No por milagro, sino por obra de la restauración: comenzó una nueva etapa en las tareas de recuperación de este símbolo patrimonial, que se alza en pleno centro tucumano, como una reliquia viva entre el ruido moderno.

El proyecto, que avanza con paso firme, es posible gracias a un aporte de 252 millones de pesos por parte del Gobierno de Tucumán, una inversión que no solo busca preservar el pasado, sino resignificarlo en el presente.

En esta fase, las obras se enfocarán en la recuperación del muro sur —el que da a calle San Martín—. Allí, detrás del revoque resquebrajado por el paso de los años, late una parte clave del alma arquitectónica del edificio. También se restaurará el histórico campanario, ese que ha marcado durante siglos el ritmo del barrio con cada tañido.

Los andamios ya rodean la estructura y los primeros trabajos comenzaron entre martillos suaves y pinceles de restauración. Cada ladrillo, cada grieta, es tratado como si fuera una línea del libro más antiguo de Tucumán.

La Iglesia San Francisco no es solo una construcción; es memoria en ladrillo crudo, es fe tallada en madera, es historia que todavía resiste de pie. Y ahora, con esta restauración en marcha, ese pasado se asegura un lugar firme en el futuro.