Este martes, una delegación del Fondo Monetario Internacional  encabezada por el economista Bikas Joshi aterrizó en Ezeiza. Vienen con una carpeta llena de gráficos, metas y proyecciones. Pero también con una inquietud que resuena en todos los despachos del Gobierno: ¿dónde están los dólares?

La visita es parte de la primera revisión técnica del acuerdo firmado a comienzos de año, que contempla un préstamo de 20.000 millones de dólares. En los pasillos del Palacio de Hacienda repiten con tono triunfal que “las metas fiscales se sobrecumplen”. Pero los datos no mienten: el Banco Central no está logrando acumular las reservas comprometidas. Y ese, para el Fondo, no es un detalle menor.

Según un informe reciente del banco Morgan Stanley, la Argentina llegaría a esta revisión con un rojo de alrededor de 3.000 millones de dólares respecto al objetivo original. El Gobierno, sin embargo, redobla la apuesta: colocó bonos por mil millones de dólares, cerró un acuerdo con bancos internacionales por otros dos mil y promete más emisiones.

Luis Caputo, ministro de Economía, no esquiva los micrófonos: “El Fondo está contento con lo que ve. Las reservas se pueden acumular de muchas formas”, dice, sin perder la sonrisa, mientras repite que el tipo de cambio flotante y un Central “capitalizado” permiten flexibilizar exigencias que, en otros tiempos, habrían hecho temblar al mercado.

La vocera del FMI, Julie Kozack, también se muestra diplomática desde Washington: califica de “impresionantes” los avances del programa libertario y destaca la reducción de la inflación. Pero lo cierto es que la misión llega justo cuando más se discute el corazón del modelo: la estabilidad lograda a fuerza de deuda, ajuste y licuación.

En este contexto, el FMI no solo viene a auditar cuentas. Viene a medir el pulso político de un Gobierno que se jacta de no negociar, pero que busca cerrar una etapa con el Fondo sin sobresaltos. La pregunta de fondo es si el plan Milei —ese experimento que fascina a algunos y espanta a otros— puede sostenerse en el tiempo sin el ancla de reservas genuinas.

Mientras tanto, las cajas que deberían llenarse con divisas siguen esperando. El dólar oficial se mantiene calmo, pero la economía real sufre la sequía del consumo y la inversión. La hoja de ruta del FMI incluirá reuniones con funcionarios, técnicos del BCRA y analistas privados. Todos saben que la revisión no será un paseo.

Queda claro que esta misión no será de cortesía. En la mira está el futuro del programa, pero también la promesa de una Argentina que, por ahora, ajusta sin crecer.