En el vertiginoso tablero de la política argentina, donde el poder no solo se disputa en el Congreso o en la calle, sino también en el territorio sin fronteras de las redes sociales, un dato sacudió los escritorios oficiales: Cristina Fernández de Kirchner superó a Javier Milei en menciones digitales por primera vez desde el 10 de diciembre de 2023.

No fue una casualidad. La explosión vino después del mazazo judicial: la Corte Suprema confirmó la condena a seis años de prisión por la causa Vialidad y su inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. A partir de ese momento, los algoritmos no dieron tregua: Cristina volvió al centro del debate público, pero esta vez no por una decisión política, sino por una sentencia.

El informe lo elaboró la consultora Ad Hoc, especializada en monitoreo digital y análisis de redes. El relevamiento, realizado entre el 10 y el 19 de junio, arrojó un resultado contundente: Cristina acumuló 5 millones de menciones, mientras que Milei apenas superó los 2 millones.

Un salto del 150% que no pasó inadvertido en la Casa Rosada. Porque más allá del contenido —que osciló entre el repudio, el apoyo y la sorpresa—, el volumen de la conversación es un indicador de vigencia política, algo que Milei viene utilizando como una marca de poder desde su irrupción mediática.

La reacción en redes no fue homogénea. Las menciones a Cristina se dividieron entre quienes celebraron la confirmación de la condena y quienes denunciaron una persecución política y judicial. Pero en ambos casos, la exmandataria volvió a ocupar el centro del escenario, una posición que parecía haber cedido tras su paso al “retiro activo”.

En paralelo, la narrativa oficial quedó en segundo plano, algo poco habitual en un gobierno que vive del impacto digital. Durante esos días, Milei bajó el volumen, y el algoritmo lo notó. Aun con posteos polémicos o gestos provocadores, el Presidente no logró recuperar el protagonismo.

En el oficialismo hay inquietud, aunque no se diga en voz alta. “Cristina sigue siendo el principal factor de polarización. Incluso en silencio”, deslizó un funcionario de segunda línea. Lo que incomoda no es solo el crecimiento de menciones, sino la activación espontánea del cristinismo duro en redes, justo cuando el gobierno despliega una ofensiva discursiva contra el kirchnerismo como pilar de “la casta”.

La duda ahora es si este crecimiento digital anticipa un reposicionamiento real en el escenario político, o si es solo un rebote efímero. En política, y en redes, la viralidad no siempre se traduce en votos, pero sí en agenda.

Mientras tanto, Cristina guarda silencio en su departamento de Constitución, bajo prisión domiciliaria. No tuitea, no habla, no aparece. Pero su nombre —otra vez— está en boca de todos. Y en la guerra de narrativas, eso también es poder.