Este miércoles, la ciudad de Buenos Aires fue sede de una nueva Cumbre del Mercosur, en la que se concretó el traspaso de la presidencia pro tempore del bloque regional de Argentina a Brasil. El encuentro, realizado en el Palacio San Martín, estuvo marcado por un clima de tensión diplomática entre ambos países, especialmente por las posturas divergentes sobre el futuro económico y comercial del bloque.
El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva fue una de las voces más críticas respecto al funcionamiento actual del Mercosur y pidió avanzar en la eliminación de barreras internas. Uno de los temas más sensibles que puso sobre la mesa fue el ingreso del azúcar brasileño al mercado argentino, una demanda histórica del país vecino que encuentra resistencias en las provincias productoras del norte argentino, especialmente Tucumán.
“Necesitamos un Mercosur más integrado, sin trabas, que sirva para potenciar nuestras economías y no para poner límites innecesarios”, sostuvo Lula durante su intervención. El mandatario enfatizó que los países miembros deben abandonar “las actitudes proteccionistas” y propuso un avance decidido hacia la concreción del acuerdo con la Unión Europea.
La posición del gobierno argentino, en cambio, fue más cautelosa. En representación de la administración de Javier Milei, los funcionarios presentes evitaron confrontar abiertamente, pero defendieron un enfoque de mayor apertura comercial fuera del Mercosur y una flexibilización de los compromisos internos. Sin embargo, no hubo pronunciamiento oficial sobre el pedido específico de Brasil respecto al azúcar, lo que fue interpretado por algunos analistas como una señal de resistencia.
La delegación argentina destacó la necesidad de modernizar el bloque, pero también reclamó que cada país pueda avanzar en acuerdos bilaterales sin la obligación de consensuar cada paso con los demás socios, una postura que ha generado fricciones con Brasil y Paraguay en los últimos meses.
Los desafíos del bloque
Más allá de las tensiones puntuales, la cumbre también sirvió para dejar en evidencia los desafíos estructurales que enfrenta el Mercosur. A más de 30 años de su creación, el bloque está en plena discusión sobre su identidad: mientras algunos países abogan por una integración profunda y multilateral, otros —como Argentina bajo la actual administración— prefieren una lógica más flexible, que les permita negociar acuerdos por fuera del bloque.
Además del tema del azúcar, hubo menciones a las dificultades para avanzar en la implementación del acuerdo con la Unión Europea, firmado en 2019 pero aún sin ratificación efectiva. Lula llamó a “no dejar caer una oportunidad histórica” y pidió redoblar esfuerzos para cerrar el pacto.
La presidencia de Brasil
Con el traspaso oficial de la presidencia pro tempore, Brasil asumirá durante los próximos seis meses el liderazgo del bloque. Desde Itamaraty ya anticiparon que buscarán reactivar las negociaciones externas, fortalecer los vínculos comerciales intra-Mercosur y revisar algunos mecanismos de toma de decisiones que hoy generan demoras.
La nueva etapa comienza en un momento de realineamientos políticos y estratégicos en la región, con gobiernos de distinto signo ideológico y visiones encontradas sobre el rol del Estado y el mercado. La presidencia de Brasil tendrá el desafío de sostener el equilibrio y evitar nuevas fracturas en un bloque clave para el comercio regional.

