Un acuerdo histórico, pero frágil

La firma del acuerdo —con la presencia de Trump, Abdel Fattah el-Sisi, Tamim bin Hamad Al-Thani y Recep Tayyip Erdoğan— siguió a la liberación de los últimos 20 rehenes israelíes vivos y la excarcelación de más de 1.900 prisioneros palestinos. Según la Casa Blanca, el objetivo central es “una paz duradera que permita a palestinos e israelíes prosperar con seguridad y dignidad”.

El acuerdo prevé la creación de una administración interina en Gaza, dirigida por un comité tecnocrático palestino bajo supervisión internacional. Tony Blair será el encargado de monitorear este proceso. La desmilitarización de la Franja es un punto clave: Hamas deberá entregar y destruir su arsenal bajo control extranjero, y quienes depongan las armas podrán acogerse a una amnistía.

Reconstrucción y presencia internacional

La ayuda humanitaria ya comenzó a llegar. Se abrirá el cruce de Rafah en ambos sentidos, y se establecerá una zona económica especial en Gaza para atraer inversiones y cooperación. Además, una fuerza internacional integrada por EE. UU., Egipto, Qatar, Turquía y Emiratos Árabes Unidos colaborará en la capacitación policial y el control fronterizo.

Retos inmediatos y tensiones latentes

Expertos advierten que la implementación será compleja. “Nunca vi a un grupo yihadista entregar armas voluntariamente”, señaló Or Heller, periodista militar de Channel 13. En el terreno, ya se registraron enfrentamientos entre facciones palestinas en medio del vacío de poder.

En Israel, el acuerdo fue recibido con alivio, pero el primer ministro Benjamin Netanyahu fue cauto: advirtió que retomará las operaciones militares si Hamas no cumple con el desarme. El ministro de Defensa Israel Katz aseguró que cualquier incumplimiento “será respondido con firmeza”.

Un tablero internacional en movimiento

Egipto, Qatar, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Turquía presionan a Hamas para aceptar plenamente el pacto. Europa también incrementó su presión diplomática, reclamando avances hacia un Estado palestino y la unificación política con Cisjordania. La reconstrucción dependerá de la coordinación internacional, la eficacia del mecanismo de desarme y la distribución de la ayuda.

Un futuro incierto

El acuerdo representa una oportunidad inédita para abrir un ciclo de paz y desarrollo, pero su éxito no está garantizado. La fragilidad del equilibrio político y las resistencias de los actores en conflicto podrían reactivar la violencia si alguno incumple sus compromisos.

Gaza, devastada en un 80 %, enfrenta el enorme desafío de reconstruirse mientras el mundo observa si este pacto podrá resistir el paso del tiempo o se convertirá en otro intento fallido de pacificación en Medio Oriente.