YPF volvió a mover las pizarras en sus estaciones de servicio de todo el país. El aumento es de apenas un 1%, pero en un contexto económico ya tensionado, cada punto suma presión al bolsillo.

La petrolera estatal justificó la medida como parte de una “actualización programada” de sus valores, aunque los automovilistas la sintieron como un nuevo sacudón. En las primeras horas del día, se vieron colas en algunas estaciones que no habían actualizado aún los surtidores, en una escena que ya se volvió familiar.

“Cargué anoche porque algo me decía que hoy subía”, comenta Pablo, taxista, mientras ajusta su boleta y suspira. “Un peso más o un peso menos, pero todo te va corriendo de atrás”.

El aumento en los combustibles no llega solo. Como si fuera una ola sincronizada, también se registran ajustes en los precios de los alquileres, impulsados por la inflación acumulada y la liberación del mercado, y un nuevo golpe en las cuotas de las prepagas, que afecta directamente al acceso a la salud.

En algunos casos, los aumentos en medicina privada ya superan el 150% en lo que va del año. “Estamos viendo gente que se baja del plan o directamente se da de baja porque no puede sostenerlo”, cuenta una empleada de atención al cliente de una reconocida prepaga, que prefiere no dar su nombre.

Mientras tanto, los inquilinos denuncian que los contratos nuevos llegan con cifras desproporcionadas. En muchos barrios del país, el precio de un departamento promedio ya representa más de la mitad del salario mínimo.

Aumenta la nafta, suben los alquileres, se disparan las prepagas. Los salarios, en cambio, siguen su propia carrera, más lenta y llena de obstáculos. En este tablero en constante movimiento, los argentinos hacen malabares con la calculadora y la esperanza. Porque al final del día, cada ajuste no solo toca el bolsillo: también recorta el ánimo.