El dato resulta aún más alarmante si se incluyen las actividades informales: la cifra total supera el millón de jubilados que hoy deben seguir trabajando para complementar sus ingresos.

Este fenómeno refleja el impacto de la inflación, la pérdida del poder adquisitivo y los bajos haberes jubilatorios, que en muchos casos no alcanzan a cubrir la canasta básica. Cada vez más adultos mayores buscan en el trabajo una forma de sostener gastos esenciales como medicamentos, alquileres y alimentos.

Economistas y especialistas en previsión social coinciden en que esta situación expone las debilidades estructurales del sistema previsional argentino, y reclaman una actualización real de las jubilaciones mínimas y políticas de protección social específicas para mayores activos.

Mientras tanto, los números siguen creciendo y muestran una realidad cada vez más visible: en Argentina, la jubilación ya no garantiza el retiro laboral, sino apenas la posibilidad de seguir subsistiendo.